miércoles, julio 14, 2010

El Derrotista se ha ido

Ayer fue un día triste. Buscando un camino, una luz, entre innumerables artículos sobre cocina, nuevas tecnologías o comunicación, me topé con la triste noticia. Harvey se había ido. Sin hacer demasiado ruido, como siempre. Sin armar mucho barullo. Me lo imagino neurótico, dando vueltas, gesticulando, pensando en las implicaciones, dándole vueltas a cosas sin sentido una y otra vez mientras la muerte, paciente, se sienta a esperar que se tranquilice.

- Pero, ¿quién es Harvey?
- Harvey Pekar es (era) un autor de cómics.

Le conocí gracias a mi amigo Tuto. Solo por eso, creo que le debo mucho más que un café y unas cañas. Un día, mientras tomábamos algo en una de sus visitas-retorno a Oviedo, Tuto me habló de una película. No es un tema extraño entre nosotros. Solemos hablar mucho de música, cine, literatura, etc.. Llegamos incluso a escribir algo de poesía colaborativa en la universidad. Qué tiempos aquellos. En fin. Bueno. La película era American Splendor, y solo fue capaz de describirla como una película sobre un autor de cómics underground.


Tardé un tiempo en verla, por circunstancias que no vienen a cuento, pero recuerdo que sí me informé sobre la misma. En la IMDB pude percibir un poco de qué iba todo aquello. Al parecer, era una película independiente (y underground) sobre un autor de cómics bastante particular (y underground), narrada en forma de semi-documental. El propio Harvey aparece en varias partes de la película, y el siempre genial Paul Giamatti, rozando la perfección en su caracterización, interpreta al genio a lo largo de las escenas más representativas de su vida.

Recuerdo que leí algo acerca de sus colaboraciones con Robert Crumb y, siendo yo aficionado al mismo, me interesé por el tema. Así, al cabo de un tiempo, logré ver American Splendor. La película dejó en mi boca al principio un ligero gusto a Man on the Moon, un sabor como a castigo, a sentimiento de culpa, por no haber conocido antes a gente como Andy Kaufman o el propio Harvey.

Luego, excentricidades aparte, me enganché a su estilo. Sus historias de gente corriente y moliente. Epopeyas de funcionarios y conductores de autobús, dramas de amas de casa y comedias sobre discos viejos de Jazz. Me enamoré de su capacidad para darle vueltas a las cosas, de sus neuras y manías, de su sencillez. Nunca me han gustado mucho los cómics "pijameros", de superhéroes. Me refiero a mi etapa adulta (si es que ya he llegado). Sin embargo, pierdo los papeles por autores como Daniel Clowes, Chris Ware, Adrian Tomine, Charles Burns, Paco Alcázar, Peter Bagge, etc -no sigo porque no me caben aquí-. Vamos, que me gusta el cómic "poco convencional". El ejemplo de Tomine puede ser interesante. Las historias de Rubia de Verano, o el Malas Ventas, de Robinson, pueden ser ejemplos de lo que pretendo explicar. En la gente corriente hay multitud de buenas historias que quieren ser contadas.
De ver la película, pasé a comprar y leer American Splendor. El cómic. Las historias de Harvey Pekar. Cleveland. Los discos de Jazz. El carrito de los papeles, informes y demás. La relación con Joyce. La aparición de su hija adoptiva. El año del cáncer. El Derrotista. Así, con mayúscula.

La identificación con el Derrotista fue inmediata. No me gusta admitirlo, pero creo que Harvey Pekar y yo compartíamos muchos rasgos. Visto sobre el papel de un cómic, la verdad es que la anterior afirmación no me deja en muy buen lugar, pero cualquiera que me conozca sabe que maniático, neurótico, obsesivo, inquieto, inconformista... pueden ser palabras que me describan.

No quiero extenderme mucho más. Prefiero que si alguien, en algún momento, ha llegado a leer esto, y no conoce a Harvey, haga un esfuerzo e intente acercarse a su mundo, a su Cleveland del alma. Gracias, Tuto, por abrirme los ojos, y permitirme disfrutar de su genio. Gracias, Harvey, por escribir nuestras historias.

Os dejo con algo memorable. Harvey fue invitado a unos cuantos programas de David Letterman. Como era un tío especial, en el programa le tenían por poco menos que el Pozí de Cleveland, que hacía unos libros de garabatos muy raros. Un día, cuando se da cuenta, Harvey decide no seguirle más la corriente a Letterman, y se saca de la manga uno de los mejores momentos de la historia de la TV americana.


Sit tibi terra levis, Harv.

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