jueves, junio 10, 2010

Ejercicio de transición

Hoy ha sido un día especialmente duro, ¿verdad? He visto la luz del sol una única vez, y no puedo decir que me sienta orgullosa de ello. Debe ser por la crisis. Los finales de mes son muy duros. La gente intenta estirar la paga como puede, rebuscando en la basura o comiendo hamburguesas de "sabe-dios-qué" en restaurantes con cocineros "sabe-dios-cómo". Por cierto, ¿sabes con certeza de qué animal ha salido lo que vas a meter justo ahora en tu boca?

Perdón, perdón... solo intentaba animarte. Se que no es la mejor época de tu vida, y que no puedes sacarme a pasear tanto como antes solías. Recuerdo cuando, orgullosa, lucía todo el colorido de mis entrañas a la hora de invitar a un buen amigo, o pagar una exquisita comida. Ahora, sin embargo, me conformo con cosas pequeñas. De hecho, comprar el pan ha pasado a ser una de mis actividades favoritas. Lo que hace la necesidad. Antes, si me veían en la panadería, pensaba en el "qué dirán" y pasaba gran vergüenza. Ahora, sin embargo, me derrito entera cuando veo un pan bregado.


Menos mal que nos quedan los recuerdos. Tengo por aquí una foto de tus hijos. Es de hace unos meses. Todavía tienen cara de bebés. Les delata la mirada, sin maldad, los ojos fijos en algún osito de propaganda. No te preocupes por ellos, seguro que dentro de poco la situación mejorará y podrás comprarles algo. Mientras tanto, les seguiré dando calor cuando tú estés ocupado, y me encargaré de que sus jóvenes sonrisas dejen sitio a los mayores. Y es que, justo debajo, tengo la foto de tu mujer; esa en la que tiene 17 años y una cara de buena que asusta. Desde que me la diste, no ha pasado un solo día en el que no me haya asegurado de que sigue ahí.

Si te paras a pensar, soy una especie de guardián de tu familia. Y de tu historia. En uno de mis rincones, quizás el menos gastado, se agolpan decenas de tarjetas y carnets, instantáneas de tu pasado reciente. Mi traje de cuero ha visto muchas profesiones, mucho dinero, gente de toda clase que, llegado el momento, han pasado a engrosar las filas del tercer cajón del recibidor. ¿Recuerdas cuándo quisiste ser piloto de avión? Poca gente sabe eso. No quisiste contarle a nadie que no te dejaron. Yo, sin embargo, fui la portadora de las noticias, la primera en saber que eras daltónico. Después de ti, por supuesto.

Llevo mucho tiempo contigo, y tengo que reconocer que me he encariñado. Al principio, cuando un guardia civil me arrancó de tu padre, me sentí muy triste por abandonar al que me compró, al que depositó en mi sus esperanzas y billetes de avión. Tú me cogiste y me profanaste violentamente, con tu dinero y tus promesas anotadas en servilletas. Después, superado el susto inicial, y un cálido proceso de adaptación a tus muslos y pantalones, me adapté a tu bolsillo y te convertí en mi nuevo enamorado. ¿Te digo lo que pienso? Quiero estar siempre tan cerca de ti como lo estoy en este mismo momento.

(Fotografía de Quite Peculiar)

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