Eterno Entusiasta
¿Qué procrastinamos hoy?
miércoles, abril 24, 2013
jueves, noviembre 10, 2011
Cyclomatic complexity analyzer for python3
Genii (or PyGenii) is a humble clone of PyGenie, a cyclomatic complexity
analyzer for Python programs. You can find it here.
I am using Python 3, and I could not get pyGenie to work, because it was
designed for Python 2. So I decided to take a look into the pyGenie code, and
write another analyzer. The output is nearly the same as in pyGenie, and the
command line arguments are all equal but one. Thus, people who have used
pyGenie won't have any problems with this one (apart from the obvious fact that
it was written in a fast and dirty way).
Install as usual, i.e., "python setup.py install".
Type genii -h (or genii.bat -h) for usage instructions.
Promise I shall write a better documentation, but for now this is all I can
offer. Feel free to send any questions or ideas.
analyzer for Python programs. You can find it here.
I am using Python 3, and I could not get pyGenie to work, because it was
designed for Python 2. So I decided to take a look into the pyGenie code, and
write another analyzer. The output is nearly the same as in pyGenie, and the
command line arguments are all equal but one. Thus, people who have used
pyGenie won't have any problems with this one (apart from the obvious fact that
it was written in a fast and dirty way).
Install as usual, i.e., "python setup.py install".
Type genii -h (or genii.bat -h) for usage instructions.
Promise I shall write a better documentation, but for now this is all I can
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viernes, marzo 11, 2011
Tu risa
Cuando acabé de quitarme la ropa interior, tu risa acabó con mi vida. No podías haber escogido un momento más inoportuno. El recuerdo de aquella graciosa escena que desató tu risa loca se coló como un gorrión por la ventana, y terminó con las pocas esperanzas de llevarte a la cama que albergaba. Al principio, traté de comprender qué estaba pasando. Intenté insuflar algo de lógica a la situación tan desagradable a la que habíamos llegado. Pero me fue difícil, agarrotado por la tensión incómoda que nos envolvía, volver a convertirme en un hombre.
La verdad es que nunca tuve confianza en que llegara este momento. No pensé que te gustaba hasta este extremo. Algunos de mis defectos, como el exceso de vello corporal, o mi arraigada costumbre de no ducharme más que en días impares de luna llena, parecían cargas de profundidad dirigidas hacia nuestra relación. Nadie en su sano juicio querría acostarse en la misma cama donde un hombre adulto aun seguía durmiendo con sus figuras de superhéroes. Y sin embargo ocurrió.
Aquel día, tu actitud me hizo sospechar. Una cerveza tras otra, tu intención de emborracharte era evidente. Y eso solo podía significar una cosa: sexo. Solo una persona completamente alcoholizada podría reunir el valor de acostarse conmigo. Nos fuimos a casa. Nada más llegar, saltaste sobre la cama y te quitaste la ropa rápidamente, como si quisieras que el mal trago pasara cuanto antes. Animado, esperanzado, contemplé tu desnudez y decidí que ya era hora de convertirme en un hombre de verdad. Torpe como un bebé, me deshice de la ropa interior tejida por mi madre, y me mostré ante ti. Y entonces te reíste.
La verdad es que nunca tuve confianza en que llegara este momento. No pensé que te gustaba hasta este extremo. Algunos de mis defectos, como el exceso de vello corporal, o mi arraigada costumbre de no ducharme más que en días impares de luna llena, parecían cargas de profundidad dirigidas hacia nuestra relación. Nadie en su sano juicio querría acostarse en la misma cama donde un hombre adulto aun seguía durmiendo con sus figuras de superhéroes. Y sin embargo ocurrió.
Aquel día, tu actitud me hizo sospechar. Una cerveza tras otra, tu intención de emborracharte era evidente. Y eso solo podía significar una cosa: sexo. Solo una persona completamente alcoholizada podría reunir el valor de acostarse conmigo. Nos fuimos a casa. Nada más llegar, saltaste sobre la cama y te quitaste la ropa rápidamente, como si quisieras que el mal trago pasara cuanto antes. Animado, esperanzado, contemplé tu desnudez y decidí que ya era hora de convertirme en un hombre de verdad. Torpe como un bebé, me deshice de la ropa interior tejida por mi madre, y me mostré ante ti. Y entonces te reíste.
miércoles, septiembre 22, 2010
Modern Family: Michael Scott tiene un cuñado gay
Necesito desconectar un poco. Mis últimas entradas han estado monopolizadas por pensamientos muy negativos sobre el trabajo y los empresarios, así que me he propuesto intentar escribir algo un poco más animado. En concreto, me gustaría compartir algunas impresiones sobre una de las series que estamos siguiendo actualmente en casa: Modern Family, ganadora del último premio Emmy a la Mejor Comedia.
La serie en cuestión se enmarca dentro del género conocido como "Mockumentary", o falso documental. En este contexto, sin lugar a dudas, la referencia es la increíble The Office (en su versíon UK o USA), y ello hace imposible no establecer una comparación entre las dos. En casa somos fieles seguidores de la versión americana de The Office, y ello hizo que nos interesáramos por esta nueva propuesta de la ABC.
La serie intenta describir la vida de una familia nada convencional. Para ello, y utilizando la técnica del documental, somete a sus protagonistas a experiencias cotidianas, y se sienta a observar sus reacciones. Sucesos como el primer día de guardería de un bebé, el novio de una hija adolescente, o las clases de conducir, pueden dar lugar a situaciones francamente divertidas cuando ocurren en el contexto de una familia poco ortodoxa.
¿Qué tiene de especial esta familia? Nada de otro mundo. Quiero decir, nada que a día de hoy pueda sorprender a alguien con un mínimo de contacto con la realidad. La unidad familiar en cuestión puede subdividirse en tres partes, representadas por el patriarca Jay Pritchett (Ed O'Neill) y sus hijos, Mitchell (Jesse Tyler Ferguson) y Claire (Julie Bowen).
Jay es un sesentón casado en segundas nupcias con una deslumbrante colombiana, Gloria (Sofía Vergara). Gloria aporta a la relación un hijo de su anterior matrimonio, Manny (Rico Rodriguez). Algunos de los momentos más divertidos de la serie se producen cuando Gloria cuenta anécdotas a cámara, en presencia de Jay, sobre su anterior marido, del que nunca nos llega a quedar claro si era torero, espadachín, narcotraficante, guerrillero, o simplemente alguien muy peligroso. Manny, por su parte, no responde al rol típico de niño obeso y bonachón. Probablemente superdotado -por su forma de hablar y comportarse- siente por las mujeres más ardor del que es normal a su edad, y esto es fuente común de frustración a lo largo de la serie.
Pasemos a la segunda unidad familiar. Mitchell y Cameron (Eric Stonestreet), en un principio, pueden parecer la arquetípica pareja homosexual, con adopción de bebé incluida, pero en sucesivos episodios irán desvelando partes de su personalidad que escapan de los papeles comúnmente atribuidos a este tipo de personajes. No llegan al nivel del -para mi- increíble Omar, de The Wire, pero sus andanzas dejan una huella tierna y simpática en nuestra retina.
Por último, tenemos a los Dunphy. Claire, la hija de Jay, se casó con Phil (Ty Burrell), y juntos tuvieron tres hijos. Haley (Sarah Hyland) es la adolescente controlada por sus hormonas, casi analfabeta funcional. En la serie tiene una relación con un chico de pocas luces, Dylan (Reid Ewing), guitarrista y cantante en un grupo de instituto, que lleva a altas cotas el concepto de guapo imbécil que consagrara en su día el hermano no alcohólico de Blossom. Alex (Ariel Winter), personaje del que creo que pueden sacar algo más de partido, y Luke (Nolan Gould), un sociópata en potencia con grandes dotes para la autolesión, completan el plantel de los Dunphy.
El personaje de Phil Dunphy es, por lo que he podido observar, uno de los más populares en Internet. Un freak manipulador en ocasiones, un padre tierno y ejemplar en otras. Él y sus ocurrencias son a menudo motor de las tramas de la serie. Reconozco que le tengo cariño, y que me río mucho con él, pero tengo que esforzarme mucho para no pensar que se ha inspirado más de lo normal en el Michael Scott de Steve Carell. Sus gestos, expresiones y acciones me recuerdan mucho al protagonista de The Office, y solo espero que pueda evolucionar, y labrarse su propio estilo.
En resumen, estamos hablando de una serie muy agradable, que se deja ver, y que tiene en ocasiones detalles geniales. La seguiré viendo a corto plazo, pero espero que algunos personajes puedan ir más allá, y ofrecernos un poco más de su lado gamberro.
La serie en cuestión se enmarca dentro del género conocido como "Mockumentary", o falso documental. En este contexto, sin lugar a dudas, la referencia es la increíble The Office (en su versíon UK o USA), y ello hace imposible no establecer una comparación entre las dos. En casa somos fieles seguidores de la versión americana de The Office, y ello hizo que nos interesáramos por esta nueva propuesta de la ABC.
La serie intenta describir la vida de una familia nada convencional. Para ello, y utilizando la técnica del documental, somete a sus protagonistas a experiencias cotidianas, y se sienta a observar sus reacciones. Sucesos como el primer día de guardería de un bebé, el novio de una hija adolescente, o las clases de conducir, pueden dar lugar a situaciones francamente divertidas cuando ocurren en el contexto de una familia poco ortodoxa.
¿Qué tiene de especial esta familia? Nada de otro mundo. Quiero decir, nada que a día de hoy pueda sorprender a alguien con un mínimo de contacto con la realidad. La unidad familiar en cuestión puede subdividirse en tres partes, representadas por el patriarca Jay Pritchett (Ed O'Neill) y sus hijos, Mitchell (Jesse Tyler Ferguson) y Claire (Julie Bowen).
Jay es un sesentón casado en segundas nupcias con una deslumbrante colombiana, Gloria (Sofía Vergara). Gloria aporta a la relación un hijo de su anterior matrimonio, Manny (Rico Rodriguez). Algunos de los momentos más divertidos de la serie se producen cuando Gloria cuenta anécdotas a cámara, en presencia de Jay, sobre su anterior marido, del que nunca nos llega a quedar claro si era torero, espadachín, narcotraficante, guerrillero, o simplemente alguien muy peligroso. Manny, por su parte, no responde al rol típico de niño obeso y bonachón. Probablemente superdotado -por su forma de hablar y comportarse- siente por las mujeres más ardor del que es normal a su edad, y esto es fuente común de frustración a lo largo de la serie.
Pasemos a la segunda unidad familiar. Mitchell y Cameron (Eric Stonestreet), en un principio, pueden parecer la arquetípica pareja homosexual, con adopción de bebé incluida, pero en sucesivos episodios irán desvelando partes de su personalidad que escapan de los papeles comúnmente atribuidos a este tipo de personajes. No llegan al nivel del -para mi- increíble Omar, de The Wire, pero sus andanzas dejan una huella tierna y simpática en nuestra retina.
Por último, tenemos a los Dunphy. Claire, la hija de Jay, se casó con Phil (Ty Burrell), y juntos tuvieron tres hijos. Haley (Sarah Hyland) es la adolescente controlada por sus hormonas, casi analfabeta funcional. En la serie tiene una relación con un chico de pocas luces, Dylan (Reid Ewing), guitarrista y cantante en un grupo de instituto, que lleva a altas cotas el concepto de guapo imbécil que consagrara en su día el hermano no alcohólico de Blossom. Alex (Ariel Winter), personaje del que creo que pueden sacar algo más de partido, y Luke (Nolan Gould), un sociópata en potencia con grandes dotes para la autolesión, completan el plantel de los Dunphy.
El personaje de Phil Dunphy es, por lo que he podido observar, uno de los más populares en Internet. Un freak manipulador en ocasiones, un padre tierno y ejemplar en otras. Él y sus ocurrencias son a menudo motor de las tramas de la serie. Reconozco que le tengo cariño, y que me río mucho con él, pero tengo que esforzarme mucho para no pensar que se ha inspirado más de lo normal en el Michael Scott de Steve Carell. Sus gestos, expresiones y acciones me recuerdan mucho al protagonista de The Office, y solo espero que pueda evolucionar, y labrarse su propio estilo.
En resumen, estamos hablando de una serie muy agradable, que se deja ver, y que tiene en ocasiones detalles geniales. La seguiré viendo a corto plazo, pero espero que algunos personajes puedan ir más allá, y ofrecernos un poco más de su lado gamberro.
lunes, septiembre 13, 2010
Fin de ciclo
Bueno. Ha llegado el gran momento. Si nada anormal ocurre, el día 30 será el último día de trabajo en mi actual empresa. No es la primera vez que salgo de algún sitio antes de lo previsto y, conociéndome, no es algo que me sorprenda. Al menos esta vez, al contrario que en mi anterior trabajo, no pienso irme en silencio para después arrepentirme. En las diferentes reuniones y entrevistas de despedida he dejado claro, con mayor o menor fortuna, que el trabajo que desarrollo actualmente es incompatible con mi sistema de valores.
Ya en una entrada anterior, me desahogué criticando a los vendedores de humo, a esos farsantes expertos en la creación de empresas que se sostienen sobre una finísima capa de suerte y malas artes. No quiero profundizar más en el tema. Quizás más adelante, porque ahora mismo lo encuentro hasta doloroso. Pensar que, en un país como el nuestro, solo prosperan aquellos que saben vivir en los agujeros del vacío legal, es algo que siempre me entristece.
Hablemos de algo alegre. Me quedo en la calle. No es tan malo como parece. Hemos echado cuentas y podremos soportarlo. Tengo una serie de proyectos aparcados por falta de tiempo, a los que me voy a dedicar de forma exclusiva durante un año. Si todo sale mal -esperemos que no- y ninguno de estos proyectos llega a cuajar, ¿qué me va a pasar? Pues que me encontraré en la misma situación que ahora, solo que con un año más. ¿Es eso malo? Yo pienso que no. Y mucho trabajo me ha costado llegar a creer esto. Lo juro.
Uno de estos proyectos tiene que ver con el desarrollo de un Plan de Comunicación para una empresa. Aprovechando que tengo que entregar un proyecto de este tipo para terminar mi Máster en Dirección de Comunicación y Nuevas Tecnologías, un amigo y yo hemos decidido ir un poco más allá de un simple plan, y tratar de crear algo vendible. No puedo contar nada ahora mismo, por temas de confidencialidad, pero no nos está quedando muy mal.
Por otro lado, todos los que me conocen saben que mi sueño siempre ha sido ser escritor. Hasta ahora, he escrito de forma esporádica algunos relatos y poemas, que casi siempre pasan sin pena ni gloria por los concursos. ¿Cuál ha sido mi excusa para no escribir más? La falta de tiempo. Como padre de mellizos, y trabajador por cuenta ajena, no suelo disponer de mucho tiempo libre. Y, cuando lo tengo, acostumbro a estar muy cansado. Este año voy a disponer de una oportunidad de oro para imponerme una disciplina seria, escribir de forma constante, y presentarme a un gran número de concursos. Que la inspiración me pille trabajando.
Aún hay más. Tengo aparcado desde hace tiempo un proyecto para montar una editorial. El género a trabajar sería el de cómic y relato corto con temática social. La idea surgió a raíz de leer los geniales Arrugas, de Paco Roca, y María y yo, de Gallardo. No puedo contar mucho más, evidentemente, tan solo que es una idea que llevo madurando desde hace un año, y que he estado contrastando con gente de diversas ramas profesionales. Ahora mismo, con la venida del e-book y los nuevos métodos de distribución, nos encontramos en un profundo proceso de cambio en el modelo editorial, y es un buen momento para el diseño de nuevas alternativas y formas de expresión en dicho campo.
No podría haber tomado esta decisión sin el apoyo de mi familia. Conocen mis intenciones, y me apoyan fielmente. Y, desde aquí, les doy las gracias por ello. No se que será de mi dentro de un año pero, al menos, quiero tener la satisfacción de haberlo intentado. Voy a intentar, desde este blog, y como ejercicio de disciplina, iros informando de todos mis pasos. Si nada sale bien, al menos servirá como una guía de todo aquello que se debe evitar.
Ya en una entrada anterior, me desahogué criticando a los vendedores de humo, a esos farsantes expertos en la creación de empresas que se sostienen sobre una finísima capa de suerte y malas artes. No quiero profundizar más en el tema. Quizás más adelante, porque ahora mismo lo encuentro hasta doloroso. Pensar que, en un país como el nuestro, solo prosperan aquellos que saben vivir en los agujeros del vacío legal, es algo que siempre me entristece.
Hablemos de algo alegre. Me quedo en la calle. No es tan malo como parece. Hemos echado cuentas y podremos soportarlo. Tengo una serie de proyectos aparcados por falta de tiempo, a los que me voy a dedicar de forma exclusiva durante un año. Si todo sale mal -esperemos que no- y ninguno de estos proyectos llega a cuajar, ¿qué me va a pasar? Pues que me encontraré en la misma situación que ahora, solo que con un año más. ¿Es eso malo? Yo pienso que no. Y mucho trabajo me ha costado llegar a creer esto. Lo juro.
Uno de estos proyectos tiene que ver con el desarrollo de un Plan de Comunicación para una empresa. Aprovechando que tengo que entregar un proyecto de este tipo para terminar mi Máster en Dirección de Comunicación y Nuevas Tecnologías, un amigo y yo hemos decidido ir un poco más allá de un simple plan, y tratar de crear algo vendible. No puedo contar nada ahora mismo, por temas de confidencialidad, pero no nos está quedando muy mal.
Por otro lado, todos los que me conocen saben que mi sueño siempre ha sido ser escritor. Hasta ahora, he escrito de forma esporádica algunos relatos y poemas, que casi siempre pasan sin pena ni gloria por los concursos. ¿Cuál ha sido mi excusa para no escribir más? La falta de tiempo. Como padre de mellizos, y trabajador por cuenta ajena, no suelo disponer de mucho tiempo libre. Y, cuando lo tengo, acostumbro a estar muy cansado. Este año voy a disponer de una oportunidad de oro para imponerme una disciplina seria, escribir de forma constante, y presentarme a un gran número de concursos. Que la inspiración me pille trabajando.
Aún hay más. Tengo aparcado desde hace tiempo un proyecto para montar una editorial. El género a trabajar sería el de cómic y relato corto con temática social. La idea surgió a raíz de leer los geniales Arrugas, de Paco Roca, y María y yo, de Gallardo. No puedo contar mucho más, evidentemente, tan solo que es una idea que llevo madurando desde hace un año, y que he estado contrastando con gente de diversas ramas profesionales. Ahora mismo, con la venida del e-book y los nuevos métodos de distribución, nos encontramos en un profundo proceso de cambio en el modelo editorial, y es un buen momento para el diseño de nuevas alternativas y formas de expresión en dicho campo.
No podría haber tomado esta decisión sin el apoyo de mi familia. Conocen mis intenciones, y me apoyan fielmente. Y, desde aquí, les doy las gracias por ello. No se que será de mi dentro de un año pero, al menos, quiero tener la satisfacción de haberlo intentado. Voy a intentar, desde este blog, y como ejercicio de disciplina, iros informando de todos mis pasos. Si nada sale bien, al menos servirá como una guía de todo aquello que se debe evitar.
martes, julio 20, 2010
¿Cómo despegar la cinta aislante del prepucio?
Pues... supongo que con cuidado. Pero no es eso lo que más me preocupa. Y tampoco es que esté pidiendo consejos tras una noche de experimentación sexual intrépida. Esta pregunta ha surgido al lado de un café con leche, un capuchino y un cortado. La reunión matinal de Pocholo, Escaso y compañía no se parece en nada a una tertulia sesuda en el Café Gijón. Es difícil hablar con calma y objetividad cuando todo se hunde a tu alrededor. Eso sí, el humor que no falte.
Cuando la motivación brilla por su ausencia, cuando el trabajo consiste en encontrar pasatiempos que te entretengan por más de diez minutos, cuando los compañeros cambian de cara frecuentemente, cuando el número de jefes y cargos intermedios se multiplica por un factor aleatorio dependiente del día de la semana, cuando el proyecto en el que estás se parece a un barco de vapor con casino, putas y el motor apagado... entonces, sí, entonces, puede que sea el momento de parar y preguntarse: ¿qué hacemos aquí?
Leía hace poco un artículo en prensa sobre los conceptos de downshifting y happyshifting. El primero es de sobra conocido para todo el que trabaje en la típica empresa caza-subvenciones, tan abundante por nuestra geografía como el prejubilado o el parado. Se trata de un fenómeno en el que el empleado, harto y desmotivado, va progresivamente entrando en un estado de descomposición moral, trabajando menos cada día y, por lo tanto, condenándose lenta y dulcemente. Hay gente que se muere por exceso de trabajo, y gente que no soporta la ausencia del mismo.
Ante tamaña catástrofe, los profetas-gurús-consultores, expertos a la sombra de la cancamusa, proponen el cambio feliz, el happyshifting. En teoría, sobre el papel, puede ser buena idea. Si no te gusta, no te quejes. Haz algo por cambiar la situación. Al estilo Kennedy (No te preguntes que puede hacer tu empresa por tí...). Sin embargo -perdonadme la imprudencia- creo que puedo asegurar que, en la cabeza del ETT (Empresario Típico de estas Tierras), esto se va a entender de otra forma. Lo sospecho. No pretendo insinuar que el ETT sea un garrulo, que va. Solo que no da más de sí.
Cuando lo único que interesa de un proyecto es el dinero obtenido por medio de la estampita, o la venta de humo al por mayor, una de las consecuencias es la falta de claridad y transparencia en los objetivos. Una vez que tenemos el dinero, ¿a quién le importa hacia dónde nos dirigimos? El paisaje es desolador. Jóvenes bien formados, con experiencia profesional, rellenando por tercera vez el mismo informe, plagado de metáforas que intentan esconder la dura realidad: aquí no se hace nada.
Cuando la motivación brilla por su ausencia, cuando el trabajo consiste en encontrar pasatiempos que te entretengan por más de diez minutos, cuando los compañeros cambian de cara frecuentemente, cuando el número de jefes y cargos intermedios se multiplica por un factor aleatorio dependiente del día de la semana, cuando el proyecto en el que estás se parece a un barco de vapor con casino, putas y el motor apagado... entonces, sí, entonces, puede que sea el momento de parar y preguntarse: ¿qué hacemos aquí?
Leía hace poco un artículo en prensa sobre los conceptos de downshifting y happyshifting. El primero es de sobra conocido para todo el que trabaje en la típica empresa caza-subvenciones, tan abundante por nuestra geografía como el prejubilado o el parado. Se trata de un fenómeno en el que el empleado, harto y desmotivado, va progresivamente entrando en un estado de descomposición moral, trabajando menos cada día y, por lo tanto, condenándose lenta y dulcemente. Hay gente que se muere por exceso de trabajo, y gente que no soporta la ausencia del mismo.
Ante tamaña catástrofe, los profetas-gurús-consultores, expertos a la sombra de la cancamusa, proponen el cambio feliz, el happyshifting. En teoría, sobre el papel, puede ser buena idea. Si no te gusta, no te quejes. Haz algo por cambiar la situación. Al estilo Kennedy (No te preguntes que puede hacer tu empresa por tí...). Sin embargo -perdonadme la imprudencia- creo que puedo asegurar que, en la cabeza del ETT (Empresario Típico de estas Tierras), esto se va a entender de otra forma. Lo sospecho. No pretendo insinuar que el ETT sea un garrulo, que va. Solo que no da más de sí.
Cuando lo único que interesa de un proyecto es el dinero obtenido por medio de la estampita, o la venta de humo al por mayor, una de las consecuencias es la falta de claridad y transparencia en los objetivos. Una vez que tenemos el dinero, ¿a quién le importa hacia dónde nos dirigimos? El paisaje es desolador. Jóvenes bien formados, con experiencia profesional, rellenando por tercera vez el mismo informe, plagado de metáforas que intentan esconder la dura realidad: aquí no se hace nada.
miércoles, julio 14, 2010
El Derrotista se ha ido
Ayer fue un día triste. Buscando un camino, una luz, entre innumerables artículos sobre cocina, nuevas tecnologías o comunicación, me topé con la triste noticia. Harvey se había ido. Sin hacer demasiado ruido, como siempre. Sin armar mucho barullo. Me lo imagino neurótico, dando vueltas, gesticulando, pensando en las implicaciones, dándole vueltas a cosas sin sentido una y otra vez mientras la muerte, paciente, se sienta a esperar que se tranquilice.
- Pero, ¿quién es Harvey?
- Harvey Pekar es (era) un autor de cómics.
Le conocí gracias a mi amigo Tuto. Solo por eso, creo que le debo mucho más que un café y unas cañas. Un día, mientras tomábamos algo en una de sus visitas-retorno a Oviedo, Tuto me habló de una película. No es un tema extraño entre nosotros. Solemos hablar mucho de música, cine, literatura, etc.. Llegamos incluso a escribir algo de poesía colaborativa en la universidad. Qué tiempos aquellos. En fin. Bueno. La película era American Splendor, y solo fue capaz de describirla como una película sobre un autor de cómics underground.
Tardé un tiempo en verla, por circunstancias que no vienen a cuento, pero recuerdo que sí me informé sobre la misma. En la IMDB pude percibir un poco de qué iba todo aquello. Al parecer, era una película independiente (y underground) sobre un autor de cómics bastante particular (y underground), narrada en forma de semi-documental. El propio Harvey aparece en varias partes de la película, y el siempre genial Paul Giamatti, rozando la perfección en su caracterización, interpreta al genio a lo largo de las escenas más representativas de su vida.
Recuerdo que leí algo acerca de sus colaboraciones con Robert Crumb y, siendo yo aficionado al mismo, me interesé por el tema. Así, al cabo de un tiempo, logré ver American Splendor. La película dejó en mi boca al principio un ligero gusto a Man on the Moon, un sabor como a castigo, a sentimiento de culpa, por no haber conocido antes a gente como Andy Kaufman o el propio Harvey.
Luego, excentricidades aparte, me enganché a su estilo. Sus historias de gente corriente y moliente. Epopeyas de funcionarios y conductores de autobús, dramas de amas de casa y comedias sobre discos viejos de Jazz. Me enamoré de su capacidad para darle vueltas a las cosas, de sus neuras y manías, de su sencillez. Nunca me han gustado mucho los cómics "pijameros", de superhéroes. Me refiero a mi etapa adulta (si es que ya he llegado). Sin embargo, pierdo los papeles por autores como Daniel Clowes, Chris Ware, Adrian Tomine, Charles Burns, Paco Alcázar, Peter Bagge, etc -no sigo porque no me caben aquí-. Vamos, que me gusta el cómic "poco convencional". El ejemplo de Tomine puede ser interesante. Las historias de Rubia de Verano, o el Malas Ventas, de Robinson, pueden ser ejemplos de lo que pretendo explicar. En la gente corriente hay multitud de buenas historias que quieren ser contadas.
De ver la película, pasé a comprar y leer American Splendor. El cómic. Las historias de Harvey Pekar. Cleveland. Los discos de Jazz. El carrito de los papeles, informes y demás. La relación con Joyce. La aparición de su hija adoptiva. El año del cáncer. El Derrotista. Así, con mayúscula.
La identificación con el Derrotista fue inmediata. No me gusta admitirlo, pero creo que Harvey Pekar y yo compartíamos muchos rasgos. Visto sobre el papel de un cómic, la verdad es que la anterior afirmación no me deja en muy buen lugar, pero cualquiera que me conozca sabe que maniático, neurótico, obsesivo, inquieto, inconformista... pueden ser palabras que me describan.
No quiero extenderme mucho más. Prefiero que si alguien, en algún momento, ha llegado a leer esto, y no conoce a Harvey, haga un esfuerzo e intente acercarse a su mundo, a su Cleveland del alma. Gracias, Tuto, por abrirme los ojos, y permitirme disfrutar de su genio. Gracias, Harvey, por escribir nuestras historias.
Os dejo con algo memorable. Harvey fue invitado a unos cuantos programas de David Letterman. Como era un tío especial, en el programa le tenían por poco menos que el Pozí de Cleveland, que hacía unos libros de garabatos muy raros. Un día, cuando se da cuenta, Harvey decide no seguirle más la corriente a Letterman, y se saca de la manga uno de los mejores momentos de la historia de la TV americana.
Sit tibi terra levis, Harv.
- Pero, ¿quién es Harvey?
- Harvey Pekar es (era) un autor de cómics.
Le conocí gracias a mi amigo Tuto. Solo por eso, creo que le debo mucho más que un café y unas cañas. Un día, mientras tomábamos algo en una de sus visitas-retorno a Oviedo, Tuto me habló de una película. No es un tema extraño entre nosotros. Solemos hablar mucho de música, cine, literatura, etc.. Llegamos incluso a escribir algo de poesía colaborativa en la universidad. Qué tiempos aquellos. En fin. Bueno. La película era American Splendor, y solo fue capaz de describirla como una película sobre un autor de cómics underground.
Tardé un tiempo en verla, por circunstancias que no vienen a cuento, pero recuerdo que sí me informé sobre la misma. En la IMDB pude percibir un poco de qué iba todo aquello. Al parecer, era una película independiente (y underground) sobre un autor de cómics bastante particular (y underground), narrada en forma de semi-documental. El propio Harvey aparece en varias partes de la película, y el siempre genial Paul Giamatti, rozando la perfección en su caracterización, interpreta al genio a lo largo de las escenas más representativas de su vida.
Recuerdo que leí algo acerca de sus colaboraciones con Robert Crumb y, siendo yo aficionado al mismo, me interesé por el tema. Así, al cabo de un tiempo, logré ver American Splendor. La película dejó en mi boca al principio un ligero gusto a Man on the Moon, un sabor como a castigo, a sentimiento de culpa, por no haber conocido antes a gente como Andy Kaufman o el propio Harvey.
Luego, excentricidades aparte, me enganché a su estilo. Sus historias de gente corriente y moliente. Epopeyas de funcionarios y conductores de autobús, dramas de amas de casa y comedias sobre discos viejos de Jazz. Me enamoré de su capacidad para darle vueltas a las cosas, de sus neuras y manías, de su sencillez. Nunca me han gustado mucho los cómics "pijameros", de superhéroes. Me refiero a mi etapa adulta (si es que ya he llegado). Sin embargo, pierdo los papeles por autores como Daniel Clowes, Chris Ware, Adrian Tomine, Charles Burns, Paco Alcázar, Peter Bagge, etc -no sigo porque no me caben aquí-. Vamos, que me gusta el cómic "poco convencional". El ejemplo de Tomine puede ser interesante. Las historias de Rubia de Verano, o el Malas Ventas, de Robinson, pueden ser ejemplos de lo que pretendo explicar. En la gente corriente hay multitud de buenas historias que quieren ser contadas.
De ver la película, pasé a comprar y leer American Splendor. El cómic. Las historias de Harvey Pekar. Cleveland. Los discos de Jazz. El carrito de los papeles, informes y demás. La relación con Joyce. La aparición de su hija adoptiva. El año del cáncer. El Derrotista. Así, con mayúscula.
La identificación con el Derrotista fue inmediata. No me gusta admitirlo, pero creo que Harvey Pekar y yo compartíamos muchos rasgos. Visto sobre el papel de un cómic, la verdad es que la anterior afirmación no me deja en muy buen lugar, pero cualquiera que me conozca sabe que maniático, neurótico, obsesivo, inquieto, inconformista... pueden ser palabras que me describan.
No quiero extenderme mucho más. Prefiero que si alguien, en algún momento, ha llegado a leer esto, y no conoce a Harvey, haga un esfuerzo e intente acercarse a su mundo, a su Cleveland del alma. Gracias, Tuto, por abrirme los ojos, y permitirme disfrutar de su genio. Gracias, Harvey, por escribir nuestras historias.
Os dejo con algo memorable. Harvey fue invitado a unos cuantos programas de David Letterman. Como era un tío especial, en el programa le tenían por poco menos que el Pozí de Cleveland, que hacía unos libros de garabatos muy raros. Un día, cuando se da cuenta, Harvey decide no seguirle más la corriente a Letterman, y se saca de la manga uno de los mejores momentos de la historia de la TV americana.
Sit tibi terra levis, Harv.
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